La devaluación es un hecho. Ahora los retos son lidiar con el alza de
tasas de la Fed, los recortes al gasto público, el bajo desempeño de la
industria de EU y las presiones inflacionarias latentes, así que se antoja que
2016 pudiera decepcionar en términos de crecimiento económico.
En los
últimos 12 meses, el peso mexicano se ha depreciado más de 20% respecto al
dólar estadounidense. Dicho movimiento ha despertado gran interés entre la
población debido a los impactos que pudiera tener en la economía y las finanzas
de las personas y empresas. Así, lo primero que tenemos que hacer es un
diagnóstico para definir de dónde viene la pérdida de valor de la moneda y así
las conclusiones pertinentes.
El contexto
de esta depreciación tiene dos características principales:
1. El dólar estadounidense se ha apreciado con
respecto a prácticamente todas las monedas emergentes, desarrolladas y
mercancías, y el peso no ha sido la excepción. Esto se explica por la
proximidad a que la Reserva Federal comience el proceso de normalización de la
política monetaria de EU, subiendo la tasa de referencia del nivel actual de
casi cero hasta su nivel de equilibrio de largo plazo.
2. La caída del precio del petróleo y de otras
mercancías; primero por una sobreoferta de Estados Unidos, luego por una de
Irán, una vez que le levanten las sanciones, y más recientemente por la
posibilidad de una desaceleración de la economía China. Así, hemos visto que
las monedas de países que dependen de la exportación de mercancías han sido las
que más se han depreciado en el último año, incluido el dólar canadiense, el
peso chileno, el peso mexicano, el real brasileño, el peso colombiano y el
rublo ruso, entre otras. Esta última ha perdido más de 45% de valor frente al
dólar estadounidense.
Sin embargo,
esta coyuntura tiene aspectos tanto positivos como negativos a considerar:
Lo bueno: crecimiento a través de exportaciones. La economía mexicana no está creciendo al ritmo deseado y llevamos
varios años por debajo de nuestro potencial. Durante los últimos tres años
hemos arrancado en enero con altas expectativas, para luego revisarlas a la
baja a medida que va avanzando el año. En este contexto, las recomendaciones de
libro de texto para una economía en estas condiciones serían: bajar la tasa de
interés, permitir una moneda más débil o implementar una combinación de ambas
medidas. En este caso, la tasa de interés de Banco de México está en mínimos
históricos, por lo que una depreciación de la moneda es la medida correcta para
impulsar el crecimiento a través de las exportaciones. Esto permitirá que no se
pierda competitividad frente a otros países que también experimentan la
devaluación de su moneda, al tiempo que el mercado se volverá más atractivo
para la inversión extranjera, debido a que los salarios en dólares serán
baratos. Debemos aprovechar que China ha devaluado muy poco el yuan en el
último año (casi 4% en los últimos 12 meses) y ganarle espacios en el mercado
estadounidense.
Lo malo: una depreciación excesiva. Una
depreciación en exceso, como parece ser ésta, que se mantenga por un periodo
prolongado, presenta el riesgo de afectar de manera permanente el proceso de
formación de precios de la economía. Una de las causas más importantes que
explican el que la depreciación del tipo de cambio no haya sido inflacionaria
es la debilidad de la economía y la expectativa de que la depreciación pudiera
ser temporal. No obstante, con el tiempo las empresas notarán que los
pronósticos de los analistas del tipo de cambio no se mantienen constantes,
sino que se han revisado continuamente al alza. Frente a este escenario
corremos el riesgo de que estas empresas se convenzan que la depreciación no es
temporal y comiencen a fijar sus precios en consecuencia. Hasta ahora, el
esfuerzo del gobierno de bajar las tarifas de electricidad, la caída en dólares
de los precios de las mercancías, y los impactos deflacionarios de la reforma
de telecomunicaciones, han compensado la baja inflación, pero estos efectos no
pueden mantenerse por mucho tiempo, por lo que el riesgo de inflación está
latente.
¿Qué podemos esperar?
La caída en
los ingresos públicos por menores precios del petróleo obligará al gobierno
federal a ajustar sus finanzas públicas. Dado que subir impuestos no es una
opción en este momento, porque ya los subieron en años previos, lo que queda es
ajustar el gasto público a la baja, es decir, los famosos “recortes”. Sin duda,
el menor gasto público tendrá un impacto negativo en la economía, justificando
una mayor depreciación para compensar el crecimiento económico, todo esto en un
contexto en que la Reserva Federal comenzará a subir las tasas de interés y el
Banco de México seguirá la misma línea. Sin duda, la economía mexicana es la
mejor posicionada para beneficiarse de la recuperación económica de Estados
Unidos a través de la integración del sector manufacturero de ambas economías.
Sin embargo, la producción industrial en EU lleva todo este año sin señales de
recuperación y, en consecuencia, ha afectado el desempeño de nuestro sector.
En suma: la
devaluación ya es un hecho, y los retos son grandes para las autoridades
financieras, que tendrán que lidiar con el alza de tasas de la Fed, los
recortes al gasto público, el bajo desempeño del sector industrial de EU y las
presiones inflacionarias latentes. Por lo tanto, se antoja que 2016 pudiera
decepcionar, una vez más, en términos de crecimiento económico.